Uno de los episodios menos conocidos de la historia de Nicaragua es tal vez el de la rebelión de los indios en la ciudad de Matagalpa, ocurrida en marzo de 1881.
Esta acción estuvo motivada porque los nativos eran obligados por la municipalidad a realizar trabajos forzados para instalar el tendido de la línea de telégrafo.
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Datos históricos revelan que Lorenzo Pérez fue el líder de ese levantamiento, en el que unos siete mil indios bajaron de las montañas en dos ocasiones y sitiaron Matagalpa.
Armados con tafixtes -flechas hechas con pijibay (palmera)-, intentaron sacar al gobierno que les imponía una vida inhumana.
Además, a los indios se les prohibió el destace de sus reses y la elaboración de chicha bruja -bebida ancestral de maíz fermentado-, presente en sus actos festivos y religiosos aún en nuestros días.
Indios se rebelan ante el maltrato
Obligados como esclavos a extenuantes jornadas en la instalación de la línea cablegráfica, lejos de sus familias, asediados en sus tierras y sometidos a un estricto control, los indios se rebelaron contra el gobierno de Joaquín Zavala (1879-1883).
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En 1881, la instalación de la línea telegráfica era considerada por los ladinos (mestizos) de la región y por el gobierno nacional, una obra importante para el desarrollo del comercio y la producción.
Miles de indios tuvieron que cargar sobre sus espaldas rollos de alambre y postes, pero mientras el tendido avanzaba, enfermaban y morían por la intensidad del trabajo y el maltrato que recibían.
El intransigente prefecto Gregorio Cuadra, máxima autoridad gubernamental en el departamento de Matagalpa, semanas antes del levantamiento, los obligó a jornadas de trabajo forzado.
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En marzo de 1881, unos mil indios acordonaron la ciudad y la atacaron, enfrentándose a la pequeña guarnición existente y a grupos de ladinos que se sumaron a la defensa del poblado. Los capitanes indígenas, autoridades existentes en cada cañada, coordinaron el ataque. (Nota: Esta acción habría iniciado el 30 de marzo de 1881).
Las cañadas eran los nombres que en Matagalpa y Jinotega (a 130 y 162 kilómetros al noreste de Managua, respectivamente) recibían los valles y caseríos de los indios autóctonos, según el Diccionario del Habla Nicaragüense, del escritor e historiador Alfonso Valle.
Los combates dejaron un número indeterminado de muertos y heridos entre los ladinos y entre las fuerzas aborígenes, las que después de varias horas se retiraron, manteniendo acordonada la ciudad.
Posteriormente, Cuadra fingió interés en un diálogo con los líderes del levantamiento.
Las negociaciones no resultaron, pero el prefecto logró que el gobierno preparara, organizara y enviara fuerzas militares, al mando del coronel Joaquín Elizondo, quien se quedó en la ciudad hasta el 04 de mayo, cuando el levantamiento cesó y los indígenas se retiraron.
El 04 de agosto del mismo año, las autoridades locales intentaron inaugurar la línea telegráfica, pero los hilos habían sido cortados en una sección entre Metapa y Matagalpa.
Al día siguiente unos tres mil indígenas de todas las cañadas, liderados por Lorenzo Pérez, Toribio Mendoza e Higinio Campos y armados con sus tafixtes, sitiaron Matagalpa y la atacaron el día 08.
Las autoridades, parte de los ladinos del pueblo y guarnición de cerca de 170 hombres armados, organizaron la defensa.
Las fuerzas autóctonas lograron ocupar casi todo el pueblo hasta que llegaron los refuerzos gubernamentales, el 10 de agosto.
Luego cesaron los combates en el interior del pueblo, dejando como saldo centenares de indios muertos y heridos.
Según relatos, más de 500 de ellos fueron enterrados en zanjas a la orilla del río que cruza la ciudad y Lorenzo Pérez y Toribio Mendoza fueron fusilados por las fuerzas del gobierno.
Se encargó la denominada ‘pacificación’ al general Miguel Vélez, padre de Juan José Vélez, inspector de telégrafos que junto con su ayudante, Benedicto Vega, murió.
Vélez ejecutó una política de persecución y exterminio contra los indígenas, indican los apuntes consultados.
Especialistas consideran este levantamiento indígena como el más importante del siglo XIX y un rotundo cuestionamiento al modelo de sociedad y de Estado que se construía en esa época.
Estos y otros pueblos aborígenes sobresalían por su temperamento rebelde y valiente para enfrentarse a toda dominación extraña a su gobierno o los cacicazgos.
Los indios flecheros matagalpinos fueron determinantes para liberar a Nicaragua de la ocupación filibustera, encabezada por el norteamericano William Walker, quien huyó derrotado en 1857.
Ya en 1713 habían realizado una insurrección contra la Corona Española.
La dictadura de los Somoza -duró más de 40 años hasta ser derrocada en 1979 por la Revolución Popular Sandinista- les prohibió sembrar algodón, con el que elaboraban el hilo, para evitar la competencia con su fábrica de hilado y tejido.
En Matagalpa, se afirma, hace unos años murieron los últimos ancianos que hablaban en su lengua original, aunque hoy allí se mantienen otras muchas costumbres ancestrales.
* Este artículo fue publicado originalmente por Argenpress el 09 de abril de 2005
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